La hipertensión arterial es una enfermedad crónica que eleva la presión del flujo sanguíneo de las arterias.
Estos cambios en la presión de nuestro flujo sanguíneo son provocados por una disfunción de la capa interna de los vasos que produce una especie de “estrangulamiento” de las arterias que si bien es asintomático, puede derivar en complicaciones graves y letales en algunos órganos específicos, entre ellos el corazón, los riñones o los ojos.
Se trata de una dolencia característica de los países desarrollados, relacionada con hábitos de vida poco saludables como el tabaquismo o el sobrepeso. Si bien estos factores son potenciadores de la enfermedad, su causa directa suele ser desconocida y a menudo se considera el factor hereditario como clave en su desarrollo.
¿Puede afectar a nuestra salud ocular?
Los ojos pueden ser diana de lesiones fruto de la hipertensión. Ya hemos resaltado en posts anteriores que la vista es un órgano muy sensible.
La hipertensión puede provocar serios perjuicios en los vasos de la retina, desarrollándose la llamada retinopatía hipertensiva. El daño puede variar mucho según haya sido el tiempo de exposición a esta hipertensión, los picos de tensión y la frecuencia.
Las personas con altos índices de colesterol o los fumadores son más proclives a su desarrollo y el riesgo aumenta cuanto mayor sea la edad del paciente ya que la calidad y resistencia de los tejidos será menor.
Pero la presión arterial no solo afecta a la retina: también puede provocar daños severos en el nervio óptico o en otras zonas del ojo, como la coroides (membrana responsable de mantener la temperatura del ojo y de suministrar nutrientes al globo ocular).
¿Cómo puede detectarse?
Si identificamos la hipertensión a tiempo, debemos estar atentos a esos posibles efectos en nuestra visión. No obstante, la hipertensión suele ser asintomática y algunos expertos hablan de ella como “la plaga silenciosa del s.XXI”. En una fase relativamente avanzada puede provocar dolores de cabeza y alteración de la visión como visión doble o débil que pueden alertarnos antes de que se produzcan daños mayores.
¿Tiene tratamiento?
La única forma de tratar las dolencias oculares asociadas a la hipertensión es atacando esta enfermedad.
Para su tratamiento es necesario acudir a un médico, no obstante, más allá de los medicamentos, existen una serie de hábitos que pueden modificarse para mejorar o prevenir la aparición de esta enfermedad. Algunos de ellos son:
– Práctica de ejercicio aeróbico moderado de forma recurrente: caminar, bailar, correr, nadar…todo depende de la edad del paciente y de su forma física.
– Dieta sana: es fundamental un peso saludable y una alimentación equilibrada en la que no falten frutas y verduras.
– Reducir el consumo de sodio: controlar la sal en nuestras comidas y en los alimentos preparados es un hábito imprescindible si tendemos a la hipertensión.
– Abandonar el tabaco: es el gran enemigo de nuestras arterias.
– Reducir el consumo de alcohol: aunque a menudo escuchamos que en pequeñas cantidades la ingesta de alcoholes como el vino puede ser recomendable, en pacientes hipertensos es especialmente importante reducir su consumo todo lo posible.