Muchos piensan que las gafas de sol en invierno no pasan de ser un complemento de moda indispensable. Nada más lejos de la realidad. En invierno, haga sol o esté nublado, proteger nuestros ojos es tan importante como en pleno verano.
Aunque el sol brilla con menos intensidad, nuestros ojos se encuentran igualmente expuestos a la radiación ultravioleta. De hecho, en los meses invernales el sol se sitúa más bajo incrementando considerablemente la exposición de nuestros ojos a estas radiaciones, causantes a largo plazo de enfermedades oculares como cataratas o degeneración macular asociada a la edad.
Por todo ello, es importante que en invierno no dejemos atrás nuestras gafas de sol (homologadas y que preferiblemente hayan sido adquiridas en un establecimiento que aporte garantías).
Pero no sólo, eso. Si practicamos deportes de invierno, la protección es aún más importante: la nieve refleja más del 80% de la luz solar, incluida la radiación ultravioleta, y cada 1000m de altura esta radiación puede aumentar hasta un 10%. Esta exposición excesiva puede ocasionar lesiones en nuestros ojos en un corto intervalo de tiempo: una hora de exposición puede ser suficiente para que se produzca una fotoqueratitis o quemadura de los tejidos sensibles del ojo.
De igual manera, en ambientes fríos invernales o nieve, la sequedad del aire puede provocarnos molestias en los ojos, especialmente a aquellas personas que sufran en Síndrome del Ojo Seco y que puede derivar en infecciones corneales que afecten a la visión de manera permanente. Para evitarlo, además del uso de gafas de sol, es recomendable ingerir más líquidos, parpadear con frecuencia y consultar al oftalmólogo sobre el uso de lágrimas artificiales.
No sólo los adultos debemos proteger nuestros ojos en invierno. También debemos hacer lo propio con los sensibles ojos de los más pequeños.
El Colegio Oficial de Ópticos y Optometristas de Cataluña advierte que sólo el 2% de los niños usan regularmente gafas de sol. Teniendo en cuenta que los ojos son 20 veces más sensibles que la piel a los efectos nocivos del sol, resulta sorprendente este bajo porcentaje. Hasta los 25 años, el ojo se encuentra en desarrollo por lo que en edades tempranas el desarrollo de zonas fundamentales como el cristalino que actúa como filtro frente a las radiaciones, no está completo. De hecho, los expertos señalan que el 80% de la radiación ultravioleta que acumulan los ojos de los niños se produce antes de los 18 años.
Por todo ello, es fundamental que los ojos de los más pequeños estén bien protegidos tanto en verano como en invierno.